Nuestro
centro histórico como bien lo sabemos es una de nuestras mejores
joyas, con una deliciosa mezcla de
arquitectura afrancesada-española y con los mejores toques mexicanos, que nos otorgan la identidad única de un
lugar maravilloso. Los miércoles de cada fin de mes, la mayoría de sus museos
abren sus puertas, en la elegancia que
otorga y se engalanan de etiqueta, ofreciendo conciertos y visitas guiadas en
una gran parte de sus recintos.
Estamos llegando a la estación de Bellas Artes y para
sentir la ciudad en sus mejores prestaciones es mejor utilizar el transporte
público, te hace sentir empática consciencia con la inteligencia urbana. Subes
las escaleras de la estación, y tu primera percepción es el olor de los árboles
de la alameda y tus ojos se llenan de un glamour
especial, el afrancesado y hermoso
palacio de bellas artes te
coquetea, acompañado del sol de la mañana que
apenas se abre entre los edificios... Todo el personal de limpieza del
área está empeñado en los últimos retoques de los espacios del centro
histórico, esparciendo agua en los sedientos suelos de concreto, y así refrescándose el piso del incesante sol
de la ciudad de México.
El olor y la
húmeda sensación de ese tradicional sistema de limpieza matinal, te
nutre de una sensación de frescura
colonial, que solamente una
mañana en el centro te puede regalar. Acompañados de ese placentero sentir,
caminamos en la soledad de la mañana por
la calle de Madero; en su ahora
pasaje andariego, con la ausencia de los ruidosos y estresantes automóviles.
Paralelo
dos calles a Madero en la calle de
Tacuba, está el legendario café, dueño de una historia y tradición
inigualable, ofrece la mejor muestra
gastronómica de la cultura mexicana,
desde su fundación en 1912, hasta
nuestros días.
La
preciosa casona del siglo XVII es un ventana al tiempo, a ese México colonial desaparecido, que al
entrar sientes regresar en el tiempo y como comensal agradeces la preocupación
por el más mínimo detalle.
Los
rasgos arquitectónicos y decoraciones
son exquisitos empezando por la misma construcción, lo estucos aderezados de
incrustaciones de azulejos y los
muros, reciben en perfecta armonía
artística los óleos coloniales de muy buena mano del pintor Carlos González, que con temas tradicionalmente gastronómicos
adaptados en el salón interior, recrean
los descubrimientos del mole y del chocolate.
También de su mano, el pintor
retrata al ilustre periodista Don Manuel Horta, bajo hábito franciscano, en el Mural del Chocolate que está en uno de
los muros.
Conchas
blancas y de chocolate, roscas y panqué de manteca, churros con chocolate
acompañados con leche caliente con café
y para el énfasis de ese concierto gastronómico matinal, unas enchiladas y
chilaquiles o quizás, los pambazos
hechos con el primor de los verdaderos guajolotes...todo servido impecablemente
por las meseras con blanquísimos
atuendos.
Delicioso
momento de agradables sensaciones visuales y para nuestro paladar.
Con
la intención de probar todo, nos malpasamos un poco, pero como nuestro andar
será largo y agradable, recorriendo las históricas calles del centro, se pasará rápido.
Regresamos
a Madero exquisita y exhaustiva investigación
de la que somos afortunados
presenciar en el hermoso recinto de lo que fue, el
palacio otorgado a Iturbide, como
jefe del ejército trigarante y emperador de México.
Ya
nutridos en gran parte de cultura y arte virreinal, la gula de goce de este
arte es obligada y justo a la derecha está la iglesia y ex convento de San
Francisco de Asís, y ahí la altura de la iglesia, que impresiona, pero no tanto como las magnas
pinturas de dimensiones descomunales que
le dan un aspecto en el que casi... rasguñas el cielo, realmente es
hermosa.
En tiempos Mexicas fue la "Casa de las
Fieras" del Señor de los mexicas, en la zona limítrofe con los barrios
indígenas, en 1525 se edificó un templo de pequeñas proporciones, un atrio con
cuatro capillas posas, una enorme cruz de madera (en la que se vio un milagro)
y una capilla de siete naves denominada San José de los Naturales.
Pues
1, 2,3 y agilizamos el paso por la calle de Tacuba y nuestros ojos se
agraciaron de preciosa arquitectura,
calles limpias e históricos parajes, hasta que llegamos al
resplandeciente palacio de bellas artes! en verdad brilla como un palacio
celestial! Ya estando en el interior del
mismo, pagamos la módica cantidad de $
20 pesos por persona, para un concierto hermoso.
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