Estamos
sufriendo un fracaso histórico; los gobiernos panistas (como lo veíamos venir)
han desperdiciado la gran oportunidad de rencauzar al país por el camino del
orden, de la paz y de la justicia, especialmente de la justicia distributiva,
que con el lema de Cambio Democrático de las Estructuras.
Los datos
objetivos se imponen con rudeza: hay una crisis económica como no se había
visto en 100 años; la violencia descontrolada se extiende y se generaliza, está
ya tocando con insistencia las puertas de la política; la educación pública, en
manos de una dirigencia sindical descalificada, expoliadora de su propio
gremio, difícilmente podría estar en una situación peor, pero la privada, que
se imparte ya en buena medida en inglés, no está mucho mejor y prepara a las
nuevas generaciones, por regla general, muy superficialmente, sin hondura moral
y sin valores nacionalistas.
La alternancia que se
inauguró en el año 2000, después de 75 años de gobierno monopartidista y
presidencia lista, ya hace una década, abrió la esperanza de cambios profundos;
sin embargo, el tiempo corrió sin que veamos aún resultados positivos. Fue en
aquel año el momento en que se debió demostrar que la larga y plural lucha por
la democracia y por el cambio de las estructuras no fue
estéril; lamentablemente, no pudieron los panistas y la ocasión quedó en el
recuerdo.
En 2012 y tras
una elección de lo más dudosa, uno de los menos preparados ha llegado al poder
del país. La re-estructura de su partido promete cambios, las capacidades
mostradas nos dicen lo contrario, acabamos de cumplir 100 días sin mucho que
decir, salvo la detención de la líder del SNTE por no alinearse con la reforma
Educativa. Más –reformas, como la reforma laboral y la de telecomunicaciones- vienen en los próximos días o meses.
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